viernes, 20 de abril de 2012

Una relación muy especial


Carlos Malamud  
(Investigador principal para América Latina 
del Real Instituto Elcano)

Se afirma frecuentemente que las relaciones entre España y América Latina, en ambas direcciones, son muy especiales y que ello descansa en la existencia de una historia, una tradición cultural, una lengua (no del todo cierto para Brasil) y una religión comunes. Estas bases permitirían explicar la fortaleza de unos vínculos que han trascendido en el tiempo y se observan en las numerosas asociaciones iberoamericanas de todo tipo que han florecido en las últimas décadas.

Sin embargo, las cosas no son tan rosas como aparentan y las visiones de la relación difieren a ambos lados del Atlántico. Cada uno cuenta la historia como la ha vivido o como se la han contado. A esto se suma que las percepciones del «otro» no son homogéneas en todos los países. Esto último se relaciona con la pertenencia de América Latina a Occidente y a la cultura occidental. Como dijo Alain Rouquié, América Latina es el extremo occidente, pero occidente al fin de cuentas. Por eso, mientras hay grupos étnicos, políticos y sociales que se muestran orgullosos de sus identidades nacionales, hay otros que reniegan de estos vínculos e insisten en su ascendencia vernácula, un tema que impacta fuertemente en la imagen que se tiene de España y sus empresas.

El impulso dado en los últimos tiempos a los «pueblos originarios», fórmula políticamente correcta, aunque no históricamente correcta, de referirse a los indígenas así lo prueba. En esto destaca claramente la Bolivia de Evo Morales, pero se pueden encontrar reflejos similares en Perú, Ecuador, Guatemala o México, los países con mayor presencia indígena. De ahí la necesidad de conocer el entorno en el que se quiere operar y cuáles son sus características más importantes, desde el punto de vista político, legal y económico.

A los factores señalados hay que agregar, en las últimas dos décadas, una presencia empresarial de España hasta entonces desconocida por su volumen, pujanza y vitalidad. No es que previamente no hubiera inversiones españolas en la región, o no hubiera hombres de negocios españoles, pero hay que recordar que la internacionalización de la gran empresa española es un fenómeno reciente. Precisamente, el proceso comenzó en América Latina, intentando beneficiarse de la ventaja competitiva del idioma y las costumbres.

La mejor manera de aprovechar las oportunidades actualmente existentes en América Latina, que atraviesa una coyuntura económica más saneada y con mejores expectativas que España, es aproximarse a ella sin prejuicios y pensando que se trata de una relación de ida y vuelta. Y así como hay empresas españolas que buscan negocios en América Latina hay latinoamericanas que los buscan en España.

Generalizar sobre América Latina es difícil. No es lo mismo Brasil que Honduras o México que Paraguay, por poner sólo dos ejemplos. Por eso hay que profundizar en las diferencias. De hecho, los empresarios españoles ya no hablan de América Latina sino de países determinados. Según ellos, tanto da si son grandes empresas o PYMEs, hay un grupo de países encabezados por México y Brasil, donde también están Chile, Colombia y Perú, que atraen el mayor interés. Este grupo se completa con Panamá, Uruguay y República Dominicana. Por el contrario, hay otros que provocan mayor rechazo, bien por su inestabilidad política o por la falta de seguridad jurídica. De ahí que valga la pena insistir en la necesidad de adónde se quiere ir, para hacer qué y en qué condiciones. Conocerlo con antelación es el comienzo del éxito.

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